El libro comienza con el testimonio de un joven drogadicto que desde Niño ansiaba ser santo.
Una pregunta empieza a desplegar las páginas del libro: Cuál es el verdadero
camino?
Un interrogante recurrente para el autor cada vez que se encontraba “con los
pobres y heridos que lo conectaban con la pasión de Cristo”.
Es cuando el, también en modo de pregunta, plantea si el camino de la
perfección no es el de la imperfección, para los pequeños y pobres.
De la experiencia con los pobres, los que están al borde del camino, que en su
realidad pueden ser Santos, propone el mismo camino para todo cristiano.
Nos dice que el Evangelio es el mundo al revés, lógica del amor que se hace
locura en la vida y persona de Jesús.
Juega el autor con las palabras subir y bajar, para decirnos que subir es
bajar: el caminito de la imperfección.
Con estos preámbulos recorre el Evangelio demostrando el modo de proceder de
Dios, que se sintetiza en el Magníficat. También lo vemos en las parábolas. Hay
en el Evangelio una pedagogía desconcertante.
Se nos propone un nuevo modo de caminar a la santidad que es acogiendo lo
pobre, limitado y débil, incluso enfermo, como el lugar para ser santos. Dios
viene a nosotros ahí donde nosotros estamos fuera de juego, en el pecado, la
pobreza.
Insiste en un camino de humildad al que se llega por la humillación. Y señala
cómo contrario a la santidad el orgullo. Nos enfoca en tener solo el
reconocimiento ante los ojos de Dios, que nos ve de otro modo, con misericordia
y por tanto en justicia.
El libro tiene como una forma de desarrollo espiral, va dando vueltas sobre
este enfoque de santidad, explicando el “caminito de la imperfección y de la
santidad de los pobres”. El texto de Flores 2,6-9, lo coloca como antorcha del
caminito: Jesus, pobre y despojado, rechazado, en la cruz.Nos suena a nuestra
carismática invitación a “ configurar nos con Cristo Paciente”.
El futuro está en la locura de la Cruz, esencia del mensaje Cristiano. El
apóstol del mañana será un pobre, un crucificado y un niño que vive confiado.
Desprenderse, despojarse y abandonarse en Dios.
El último texto bíblico que leemos en este libro, me recuerda la oración del P.
Cosme, es del libro de Judit: 9,11:“ No está en el número tu fuerza ni tu poder
en los valientes, sino que eres el Dios de los humildes, el defensor de los
pequeños, apoyo de los débiles, refugio de los desvalidos, Salvador de los
desesperados”. Así nos necesita el mundo.
El último párrafo del libro dice: “… el cero al que fuimos reducidos es un
punto de partida”.
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