El
libro cuenta la historia de Edith Stein, Simone Weil y Etty Hillesum, tres
mujeres judías y víctimas del Holocausto. A través de caminos muy diversos, con
mismo origen étnico y final dramático, se presentan como testigos de una fe
inquebrantable y procesos de transformación únicos.
La obra intenta poner de manifiesto cómo esos
procesos de transformación personal y de conversión a la fe traen consigo un
obligado replanteamiento de la imagen de Dios. La sinopsis del libro detalla
que tras el final trágico de las tres, víctimas de una exaltación fanática del
poder nazi, ya no era posible seguir pensando a Dios en la clave del
omnipotente.
Por ello tan solo cabe ser concebido como un
amor que se ofrecen y que se puede ver reducido a la más extrema debilidad. El
Dios crucificado de Edith, El Dios desdichado
de Simone y el Dios indefenso de Etty se nos presenta así como un modelo
de reconducirnos al Dios manifestado en Jesús, cuyo único poder es el del amor
que se expone y no el del poder que se impone.
Estas tres mujeres han sido analizadas por el
autor a partir de sus experiencias
vitales más profundas y , en el afrontamiento del drama que les tocó vivir se
ven conducidas a repensar a Dios con una sensibilidad muy diferente en la que
emerge los modos femeninos de pensar y repensar a Dios.
Desde ahí abren paso al pensamiento teológico
femenino que nos hace entender las relaciones del ser humano con Dios y con el
mundo desde la misericordia, la compasión, el cuidado y la solidaridad. También
destaca en su espiritualidad una particular sensibilidad respecto a la belleza
y al lugar que esta tendría que ocupar en la experiencia y en el pensamiento
teológico.
El mundo que nos entra por los sentidos y nos
conmueve en la experiencia de lo bello, invita a profundizar en la
contemplación y se constituye en un modo privilegiado de participar en lo
eterno.
Para Simone W. Dios es la belleza pura y así
la belleza junto a la desdicha serán para ella las dos únicas puntas que nos
permiten entrar en nuestra alma. Etty, sensible a la belleza es para ella una
genuina presencia viva de Dios. Así
belleza y sufrimiento aparecen como los
dos grandes viales por los que se
experimenta la cercanía de Dios. Aclamando en sus duras vivencias “Que la vida
es bella y tiene sentido”.
Para Edith la cruz fue una clave en la que
encontrar un sentido al sinsentido de la vida que le tocó vivir. Así en la
fragilidad del Dios crucificado es donde pudo dar un sentido a su sacrificio
redentoramente asumido.
Simone desechó con vehemencia toda expresión
del poder. Solo encontró sentido y verdad en
la desdicha y la belleza que abrían el camino para la identificación y
la lucha en favor del desdichado. Dios para ella en el mismo acto de la
creación era un Dios que se “descreaba”, que se perdía a si mismo generando
vida para otros. Dios por amor al amor, rechazó ser todo. Y así considera que
el ser humano ha de renunciar a ser “algo” para alcanzar la divinización.
Etty solo pudo atravesar una experiencia que
por la vía afectiva le abrió a un amor pasional y compasivo y luego pasó a ser un amor universal, que se sobrepone al
odio y supera cualquier movimiento de venganza. Ese amor lo encontró
desenterrando a Dios en su intimidad. Ayudar a Dios fue su último lema.
Solo desde esa humanidad, particularmente en
la de la víctima, lo sagrado es identificable y solo en ella cabe pensar como
espacio posible para contactar con la trascendencia de Dios.
Estas tres mujeres se convirtieron en
precursoras de uno de los temas más relevantes
de la teología después de los campos de concentración: Porque solo
teniendo delante la impotencia total del crucificado le es permitido al
cristiano seguir afirmando la omnipotencia de Dios. Si lo hace desde otro lado
puede equivocarse. El Dios omnipotente no tiene otra posibilidad sino la de
ceder el puesto al Dios crucificado, cuyo único poder es el del amor que se
ofrece y se arriesga a ser rechazado, el del amor que se expone y no el del
poder que se impone.
Estas tres mujeres desde esta experiencia
mística fueron capaces de barruntar lo que nos sobrepasa en el dinamismo del Espíritu
que nos habita y nos moviliza hacia los demás.
Mari Carmen B.
Comentarios
Publicar un comentario